La última de Seres Queridos de las Víctimas de Desapariciones Forzadas y Delitos Atroces Varios fue exigir la exhumación de los restos que permanecen enterrados bajo la gramilla del Estadio Nacional, comprobado escenario de ocasionales y variadas actividades extradeportivas como torturas, juicios sumarios, ejecuciones y descuartizamientos.  

Luego de intensos debates en los más tradicionales y tripleá espacios de opinión –polémicas , telepolémicas, cabalgatas deportivas, pulsos y manoamanos– Prensa Deportiva Nacional emitió un comunicado en el que se pronuncia a favor de la petición y se solidariza con Seres Queridos.

(Por si no se la pillaron: la gracia está en los intensos debates).


Acá nos la sabemos diferente:

A las ciudades imperiales de Cuzco y Tenochtitlan
A la Liga Deportiva Universitaria de Quito y Fluminense
Al Pulso del Fútbol


Pues contaba la historia patria que en la época de La Conquista se habían construido los Estadios Nacionales sobre las ruinas de los escenarios de juegos de pelota indígenas, destruidos al ser considerados sus juegos pecaminosos y profanos, contrarios a la fe estándar y bla bla, bla…

Pero no fue sino hasta cuando inició la Era Republicana o “de patrias bobas”, que, en una especie de reconocimiento tardío y pendejo de las libertades de cultos se quiso indemnizar a los pueblos que habían padecido la dominación “y la consiguiente pérdida de sus valores culturales y/o deportivos”. Los gobiernos de las jóvenes republiquetas éstas fueron decretando uno a uno la “revisión obligatoria de libros y pénsums de historia de cualesquiera colegio, escuela o garaje nacional”, para incluir el respectivo parágrafo o corolario que rezara que “Además de las ruinas de los Antiguos Templos Deportivos Indígenas (así les dicen ahora, y con mayúsculas, como tratando de reconocerles o de devolverles quién sabe qué estatus play –¿o deberíamos decir “fair play”?–), bajo el complejo Estadios Nacionales que los reemplazó yacen también a veces los mismísimos restos de practicantes y asistentes, atletas e hinchas, legitimando leyendas antaño callejeras y vulgares como las de los “Genocidio de Clubes”, que hablan de barras enteras sepultadas vivas o de planteles aplastados en su totalidad (dirigencias y utilerías incluidas) en camerinos tanto locales como visitantes…”, etcétera, etcétera. Y ya con eso se arregló el problema…

Lo cierto es que desde que por acá arrancaron campeonatos y ligas nacionales (oficiales o piratas, es lo de menos), las prensas deportivas de todo el continente se han opuesto férreamente a todo tipo de actividad extradeportiva realizada en un estadio (sea éste Nacional o Municipal), aunque siempre se hable es de conciertos, que porque tanta brincadera de las fanaticadas compromete seriamente la integridad de la gramilla, sobre todo si hay partido al otro día. El cuento siempre es la gramilla, es de lo único que hablan, pero decir algo acerca de la calidad de los espectáculos, de los artistas, algo que exceda y al mismo tiempo oxigene el ámbito deportivo y cultural, eso sí no. Y eso que ahora la moda en todo el continente es unir deporte y cultura, que porque a la larga son la misma cosa, que porque ambos entran en la categoría de “alimentos del espíritu”… Entonces imagínese el susto cuando se planteó la posibilidad de exhumar el poco de restos que dizque hay debajo de las gramillas de los Estadios Nacionales y que incluso parecen más recientes de lo debido, según la historia... Eso empezaron a llover argumentos… Que si es que después van a comprar grama sintética cuando se tiren la natural; que cuáles restos y que cuál cementerio indio, que si hubiera habido algo ahí el pasto hubiera sido más fértil y hubiera crecido más rápido, agotando no sólo al rival sino también la local, mermando el rendimiento de ambos equipos y sacándoles así las respectivas leches, pero que nunca se había sabido de elenco alguno que se quejara del terreno de juego luego del reconocimiento; que torturas, ejecuciones y demás jueguitos del amor se realizaban más en las tribunas y camerinos que en el propio campo de juego, que por algo las leyendas éstas… que ahí sí que busquen lo que quieran, con tal de que no se nos metan con el césped; que si había cadáveres lo que había que hacer era dejarlos ahí quieticos que porque alma en pena de alto rendimiento que se respete busca siempre zonas y tiempos de hidratación y eso como que es lo que ha ayudado a un óptimo drenaje de las canchas; que había que ponerle un límite o un plazo a eso de las denuncias de la desaparición forzada, que porque parecía que había descendientes de las tribus originarias de los tiempos de los Antiguos Templos Deportivos Indígenas que se infiltraban entre las modernas organizaciones de familiares y seres queridos de las víctimas para seguir reclamando dizque reparación por los exterminios de La Conquista… Lo cierto es que, igual que con los conciertos, por mucho que reviren las prensas deportivas las tales excavaciones o exhumaciones se van a terminar haciendo, o sea que la Copa Libertadores, el único torneo que se juega en las subsedes originales de los antiguos imperios, parece que quedará en veremos hasta que se resuelva ese asunto. Eso sí, dicen que la gente de la Copa se metió ya al negocio de las excavaciones y las exhumaciones… Como que uno de los ganchos para el torneo va a ser repartir algunos abonos de cortesía entre las organizaciones de familiares y seres queridos, y por ahí ronda el chisme de que hasta las tribus originarias clasificarían a la repartija… Esa gente de la Copa se mueve en todos los frentes. Con ése lobby que se mandan… Almuerzo va, almuerzo viene… Impusieron la moda y ése estilo va a terminar siendo la única forma de tener a todo el mundo contento.

No, y porque entre otras cosas el que la Copa Libertadores se siga llamando así tiene que ver con eso, con ese lobby tan bravo. Ese nombre funciona y se mantiene más por cuestiones de marketing que porque realmente… ¿sí?

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