SOBRE LA ANTIBIBLIA


Haya un libro antagonista, un contralibro llamado a aniquilar, a neutralizar al otro, al oficial.

Recopile sabidurías antiguas inéditas, alternativas, paganas, folclóricas de diverso origen. Cantos, poesías, cuentos, leyendas, oralidades no hegemónicas. Todas composiciones anónimas de probada vigencia oral. Composiciones nuevas sean incluidas igualmente sin autorías.  

Incluya pasajes de otras biblias, de la misma biblia oficial -para quitarle terreno-. 

Desarróllense varias versiones de la misma, todas ellas oficiales, según preferencias aleatorias. Sean hermosos todos esos libros.

Llámesele, igualmente, “La Biblia”, sin otro agregado, y ofrézcase como tal.

Desarróllense y valídense versiones no impresas.

Chivéese, trúchese, bambéese pronto la misma biblia anterior en varias versiones desinformadoras, supuestas reacciones –oficiales todas- a la antibiblia. Incluya pasajes de la misma antibiblia, en aras de la negociación y “modernización” del libro “sagrado”.

Cuando la tendencia propenda a la organización, a la recopilación total, a la unificación, repítase el proceso desde el comienzo, pues si bien la gesta y la buena fe harían de la nueva biblia un libro mejor que el anterior, no se puede permitir la sustitución de una palabra sagrada por otra reconocida igualmente como tal que termine, también, por montarla. Nunca más un libro oficial.

SOBRE LA COMUNICACIÓN

La óptima no es con documentos.

Ni siquiera la oral, que ya le gana por ser en vivo y cantable.

Ni la piel a piel, cachete con cachete, ombligo con ombligo: tocables y bailables, aún más altas, bidireccionales, corporales e irracionales. O la ojo a ojo, su expresión espiritual suprema.

La mejor conocida parece ser la hombro a hombro. Por eso debe ser que dicen que es la única carga lícita. Pluricelular, como las dos anteriores, pero no adscrita necesariamente a la reproducción. Unidireccional como las dos primeras, pero con su vector unánime potenciado por la multiplicación del mismo por el # total de hombros / # de hombros por ejemplar.


El NO a la tregua ganó en el plebiscito nacional porque sus mayorías votaron en las ciudades, donde viven, lejos de la guerra.

Las comunidades víctimas, rurales y menos numerosas, optaron por el SÍ, pero necesitaban para imponerse la solidaridad de las poblaciones urbanas. Estas, con su propia moral republicana, no concebían indulto o amnistía para el ejército rebelde, así este hubiera reconocido a sus víctimas su responsabilidad en los hechos de guerra, les hubiera pedido perdón, y ellas lo hubieran concedido.

Entonces, para preservar la paz donde se quería preservar la paz para preservar la guerra donde se quería preservar la guerra, se decidió declarar a las ciudades Zonas de Guerra. De ellas debe desplazarse toda población civil que no quiera la guerra, arribando y permaneciendo en ellas sólo quienes no desean ceses de hostilidades.

La población desplazada puede regresar a sus ciudades sólo cuando en ellas se declara la paz, mediante unánime acuerdo entre la gente que queda al cabo de muchas eliminatorias.


Con frecuencia, es sólo 1. En ese caso, debe desplazarse a la Zona de Guerra más próxima y contribuir con los combates locales. 
Todavía a veces creemos que tiene que doler.

"Es que TIENE que doler"
SOBRE EL ESTADO NACIONAL


Tú quieres paz dentro de tus fronteras, ¿cierto? Entonces aprende a no meterte con las comunidades que habitan tu jurisdicción. Ellas tienen sus procesos propios, regionales, y mejores que los tuyos. Si no las jodes, no te van a molestar.

Debes saber que la mayoría de esa gente se conoce entre sí y se ha desarrollado en consecuencia, sea que habiten municipio, caserío, vereda o peladero. No tienes derecho (no, no lo tienes) a interrumpir su desarrollo en pro de tu institucionalidá o de tu propia idea de desarrollo. ¿De dónde sacaste esa idea? ¿Te la vendieron? Mejor que la revises, sobretodo en lo concerniente a explotación, usufructo y comercio de recursos. Debes revisar también lo de la destrucción de hábitats, de grupos culturales, porque, contrario a lo que crees, en la relación estado – comunidad no aplica eso del bien general sobre el particular. Estás hablando con una cultura, no con un grupo privado de negociantes. Es que quienes te gobiernan toman decisiones (estas sí) particulares, creyéndolas nacionales, pues por provenir de ambientes culturalmente destruidos, individualistas, se han acostumbrado a ignorar los (estos sí) desarrollos culturales comunitarios. Ignorar ignorar, no sólo omitir. Pretenden hacer nación obviando unas construcciones colectivas.
  
Prueba a defenderlas y aprender de ellas, en vez de pensar, prepotente (pero ¿qué te has creído, Estado Nacional?) que tienes que andarlas interviniendo, echándoles tus policías, tus ejércitos  o sus equivalentes  informales, que porque les falta autoridá. ¿No será que no tienes ni idea de cómo son y eso te inquieta? ¿No será la diferencia lo que te jode?

Ahí donde las ves, tan variadas y encontradas (no te asustes) pueden llegar a unirse voluntariamente para una eventual representación nacional. Pero pregúntales primero, no las obligues (no les gusta y te resistirán y aunque no parezca –asústate ahora sí– ganarán y te sobrevivirán).

No te hagas el grande, ni el fuerte, ni el importante. No mates a la gente, ni la tortures, ni la maltrates, ni la molestes. Es tu gente, pero no porque viva adentro entonces ya. ¿O te parecerán, de pronto, excesivamente felices? Dale, no seas así. Más bien ponte de su lado y verás ¿De verdad crees que eres primero y fundamental?

¿Te pegaron mucho cuando chiquito, Estado Nacional?

Pueda ser que hayas nacido fuera de la realidá. La estupidez también puede ser un mal nacional, y casi siempre empieza o se expande cuando se convierte en política de estado. La cobardía también. Déjate de estamentos.


A ver, Estado Naciomal, repite varias veces: “No soy lo más”. Dale, varias veces. Más. Más veces. Hasta que se te quite. Por tu bien.
Ahora que está de moda eso de "más el proceso que su resultado" 
puede replantearse la viabilidad del "suicidio en vida", 
proceder mediante el cual realizas todos los trámites requeridos por el suicidio oficial 
(nota / documento de despedida, renuncia a tu entorno y desaparición total del mismo) 
excepto el último: la consumación final, la efectiva autoeliminación. 


El choque frontal que hasta ahora representaría para tu ex-entorno el infortunado e involuntario (para ambas partes) accidente de alguien del mismo encontrarse desprevenida y violentamente con tu imposible presencia en el nuevo e insospechado –reconociéndote e identificándote a pesar de querer negarse a la evidencia– podría amortiguarse en su brutal perplejidad debido al auge oficial de esta práctica (“desaparición perenne por renuncia” se le insiste en llamar), disminuyendo el hecho de la moda la posibilidad de tus dolientes ahí sí y efectivamente aniquilarte, solución lamentable y desesperada a la que han recurrido sinnúmero de colectividades desubicadas en su emoción por duelo burlado ("proceso emotivo invalidado en seco", reza el atenuante), movidas al asesinato en masa por ese querer reafirmarse en la ausencia definitiva de quien, incluso, no necesaria -ni siquiera voluntariamente- hubiere desaparecido bajo la modalidad, logrando solamente con su reaparición, por caducidad en la espera, encontrarse con la muerte en medio de su parche anterior -previa invasión por su parte de su nuevo entorno-, ya jugado a olvidarte.
Le pasaba por el lado y nunca paraba. Luego me quedaba pensando en por qué no (como que nunca me acordaba, siempre me agarraba a contrapié).

Esa vez no me acuerdo si fue que alcancé a pensarla un toque antes de que apareciera, o contrarresté la sorpresa… El caso es que paré y le tendí una de mis extremidades para ayudarle a levantarse.

Me había preparado para ser mi extremidad ignorada y tener que arriarla, o para tener que esperar: en el mejor de los casos pasaría tiempo antes de ser correspondida. Por eso el jalonazo inmediato me agarró fuera de base, y me vi pronto forcejeando para no caerme yo. La fuerza del tentáculo que me asía era tremenda y no me dejaba estabilizar para meter el jale definitivo. Más bien me iba yendo yo. Traté de soltarme para replantear la estrategia, pero la tenaza no me dejó. Agarraba y jalaba mucho mejor que la mía, pero en dirección contraria. De pronto me encontré jugándome mi destino.

Las transferencias entre equipos soportan en los últimos tiempos cargas de intereses tan diversos que casi siempre exceden el tema deportivo, para desarrollarse como eventos independientes, con sus propias emociones. Los sucesos que de las negociaciones se derivan son cada vez más inciertos, quedando frecuentemente sus agentes a merced de fuerzas aleatorias que terminan fallando procesos al azar, incluso en favor de escuadras nunca antes contempladas.  


El objetivo de la nuestra y su razón de ser, más que reforzarse, es quitarle a la rival. Nunca creí jugar a eso, a no dejar jugar, pero desde que llegué me di cuenta de que no por ser la única opción es menos noble, si de lo que se trata en últimas es de jugar a algo. El equipo no es nuevo, pero sí casi desconocido de tanta marginalidad producto de sus continuos descensos. “Nuestro” juego de conjunto es sumamente precario, dependiente de unas individualidades que casi nunca se asocian entre sí, que ni se miran, que incluso ni se conocen. Yo pensaría, por ejemplo, que en este momento sólo estamos jugando dos.    

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