“Acá antes no había problema, cualquiera cantaba cualquier vaina, en cualquier momento, y nadie jodía. Canto era canto, se cantaba, se bailaba y ya.
Un canto cualquiera se lo podía inventar, muchas veces salían improvisados. Había unos que de pronto sólo sonaban una vez y desaparecían (igual eso nunca se sabe), pero otros se seguían cantando, o se revolvían con otros, se mezclaban las partes. Cada quién hacía como quería, lo que importaba era cantar. Y no se andaba pensando en qué era de quién, ni había que andar pidiendo permiso.
La tal bonanza fue la que cambió todo. Pasó que de un momento a otro a la gente de afuera como que le pegaron nuestros cantares, y  llamaron gente de acá para que fuera a cantar y cuando volvían decían que la musiquita ésta era la moda por allá, y que había gente que quería aprender, y les dijimos que claro, vengan nomás, y vinieron. Y era gente que quería saber algo diferente, y venían y se asombraban y cantaban aquí con la gente y compartían y también nos invitaban a ir por allá, y también íbamos y nos quedábamos en sus casas y allá también cantábamos. Y era cosa digna de oírse y de bailarse.
Oíamos, sí, que hablaban de cosas ahí medio locas para con nuestra música, como que no entendíamos bien, a veces ponían la cosa bien trascendental, bien seria y nos asustábamos, hablaban como de grandes proyectos. Soñaba la gentecita y de pronto también discutían, empezaban ya las discusiones.
Y así se fue dañando, la gente seguía llegando, pero ya llegaban rápido, como con nervios, apenas saludaban y preguntaban por tal y tal -las referencias que les habían pasado-, y casi ni miraban a la cara cuando hablaban, decían que iban a ser breves, que les interesaba tal o cual canción, y que quién la había hecho y dónde podían hallarle, que venían a proponer tratos. Acá nos mirábamos y les decíamos que no sabíamos, la mayoría de los cantos eran viejos, los habíamos aprendido así nomás, sin buscarle datos, ni nada que no fuera aprenderle el sonidito a cada uno para poder hacerlo. Pero tanto insistían que llegamos a creer que sí debía ser que  alguien se lo tenía que haber inventado y entonces nos quedábamos pensando y decíamos no, pues tal debe ser de tal porque habla de tal y tal, y para allá mandábamos las comisiones (así se llamaban esos piquetes). Pero le preguntaban a distinta gente por la misma canción y todo mundo les daba datos distintos, la comisión arrancaba pa´ otro lado y se armaba la verraca, o la devolvían otra vez pa´ acá, que ese canto era de por acá, que quién les dijo… porque también había gente que decía no, sí ese canto le suena más bonito a tal, debe ser de esa casa, o de ese barrio… Y esa pobre gente toda confundida, dé vueltas por el pueblo. Y aquí había gente que todavía les decía no se preocupen, vengan y les enseñamos los ritmitos, vea (así como a la gente que había venido antes), esto se toca así y se canta así, y se baila así, pero ahí nomás se levantaban y nos decían no no no, gracias pero nos interesan son las canciones, de quién son las canciones… Ni una gaseosita nos aceptaban.
Pa´ mí que al final también terminaban asumiendo cualquier cosa, concluían de alegría que la canción tal debía ser de tal o cual y ahí nomás le pagaban y empezaban los problemas, porque si así nomás nos confundíamos, imagínese cuando la cosa ya es con plata. Los bonches eran tremendos, la gente se apuñaleaba, o de la nada arrancaba la plomacera, porque si a usté ya le habían llegado regalías pues de más que tenía ya sus armas. Y nos chuzábamos o baliábamos que por los derechos, que eran varios, según nos habían dicho: de creación, de edición, de interpretación, de reproducción… En ésas andábamos ya, imagínese, de cuándo acá.
Ya no sólo la gente sino toda la región estaba cambiando, por todos estos pueblos había casino y prostitución y unas discotecas agrestes. Y ahí volvíamos a oír –entre otras- la música nuestra, pero cantada de otra forma bien rara y quién sabe por quiénes -“por profesionales” nos habían dicho cuando la compraban, "pero si acá ya hay profesionales, hay gente que ya vive de eso, ¿ustedes no les pagan, luego?" "Sí, pero hablamos de profesionales-profesionales, gente con estudio, graduada de conservatorio, gente que sabe más"-, y vaya báilela sin caerse, porque la habían acelerado y le habían metido unos ritmos y unos pasos imposibles, que sólo podían hacer la gente “del oficio”, gente que sólo bailaba, pero de enseñar nada, que porque sólo habían estudiado para bailar, no para enseñar danza. Entonces no bailábamos en los “bailes”, tocaba quedarnos mirando ese bailar profesional. Después ya ponían era el video “oficial”, con la “coreo”, como le decían, ya no había baile en vivo…
Es que al vender los cantos ya dejaban de pertenecernos, se podía hacer con él lo que fuera, usté por ejemplo me compraba uno, me pagaba y me daba mi recibo rosado, y ya era suyo y usté entonces contrataba gente pa´ trabajarlo, lo volvía canción, y esa la maquillaba y ya tenía un tema para grabar y sacarle plata o revenderlo, y nadie (ni yo) podía cantar el tema, ni la canción, ni el canto original, a menos que le pagara a usté sus regalías, si yo la cantaba sin pedirle permiso usté me podía demandar.  
Y si yo quería cantar algo había un cancionero con canciones importadas, fue tanto el papeleo, la escrituradera, que nos habíamos quedado sin nada, todo lo habíamos terminado vendiendo. Y el cancionero así mismo nos lo vendían, y claro, también salían las canciones de acá, pero eran carísimas, de las más caras (como estaban de moda), igual no faltaba quien comprara los derechos para cantar los que habían sido sus cantos. Eso cuando tenía plata, pero digamos quienes no habíamos entrado todavía por esas cosas de la vida en el negocio nos tocaba era comprar las cancioncitas ésas importadas,  las más baratas del cancionero, que quién sabe de dónde habían salido, y que también sonaban en las discotecas-putiaderos. Usté cantaba eso y le quedaba el hocico todo pegado y sabiendo como a caucho.
Luego sí les dio de repente por acordarse de lo que les habíamos dicho al principio, de que los cantos no eran de nadie, se dieron cuenta de que la tierra misma producía los producía y entonces por qué nos iban a seguir pagando a nosotros si podían venir y cultivarlos y criar animales alimentándolo con ellos… Y entonces nos expropiaron parcelas y ganados, nos sacaron hasta de las minas. Y que si nos queríamos quedar era a jornalearles, explote repertorio nomás, a ritmo inaudito. Pero que el producto así en bruto no, que muy rudimentario, y entonces ya fueron trayendo una maquinaria para refinar acá mismo, y le metían un poco de químicos, de acordes artificiales que contaminaban no sólo el producto sino los nacederos a donde iba a parar el bagazo -un poco de notas todas pesadas difíciles de descomponer-, y esos ruidos blanco y rosado dañando el burbujear de las corrientes. Y al ganado le daban eso, o lo llevaban a tomar de los bebederos directamente y por eso es que hay tanta gente intoxicada con eso, que ya no puede cantar sin que le salga “con veneno”, pero pues no ve que allá afuera así es que les gusta…
Ya a lo último ni los cantos que sacaban les servían, ya llegaban con las semillas esas preproducidas, rearregladas , mezcladas y masterizadas, y con eso sembraban, directamente lo que les interesaba, sin mugre. Y la gente recolécteles y acópieles ese material, y así se fue enfermando, porque aparte del sabor usté cantaba y ahí mismo le entraba la maluquera, cómo sería el veneno…
Yo lo que pasa es que nunca fui cantante-cantante. Cantaba y todo, pero igual hacía otras cosas, aún con la bonanza (hasta de proxeneta hice). Yo creo que eso fue lo que me salvó, porque toda la gente –la de acá, la de allá- me conocía, a mí me llamaban para hacer varias vainas. Y como a mí me gustaba, siempre me ha gustado ayudar a la gente, pues por qué no, ¿cierto? Y a veces me pagaba, a veces no, pero yo nunca cobraba, igual me alcanzaba, hasta ganaba un poquito más que antes. Y al no andar pendiente de la plata del canto, pues igual seguí canturreando la musiquita, para mí y eso sí pasito pa´ no ganarme multas ni carcelazos –o no faltaba el pepazo, es que eso ya no se podía-. Pero a mí no me jodían tanto porque como yo resolvía tanto problema ahí medio me dejaban, si me oían por ahí me hacían como que “chito”, pero tranqui, querían poner cara brava pero no les salía, se les veía la sonrisa y me decían: vos porque nos caés bien, pero no andés por ahí dando tanta boleta.
Por eso fue que casi nadie pudo seguir cantando. Ahora sí, porque ya como esto lo abandonaron después de que no se le pudo sacar nada más y las empresas se fueron –y esta música por allá, como toda moda pasó-, y la gente está volviendo, y con ella los cantares viejos. Aunque no queda tanta gente, a la mayoría la mataron. De la gente que no se fue, sólo yo quedo. Pero algo vamos a hacer con la musiquita, cuando se recupere el suelo y se descontaminen las vertientes. Mi gente que vuelve traerá algunas cosas, y yo también tengo mis historias, de toda esa gente de acá y la que pasó por acá. Yo conocí a casi todo el mundo. Saldrán diferentes los nuevos cantos, porque pues las cosas cambiaron, pero así, es siempre, ¿no? Lo importante es que quedó gente y sus historias y con eso la música ya se salvó.”   
 

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