Como se cansaron de buscar sin encontrarle ninguna nota,
arrancaron a tratar de descifrar sus últimas frases y actitudes, luego las no
tan últimas, y al final cualquiera de las que se iban acordando. Y así andaban,
hilando porqués ante ambas ausencias, la de consumación y la de omisión.
“Omisión la que ahora nos va a tocar hacer”, se dijeron
después, cuando a la famosa y ya descartada nota con la propia explicación de la
propia conducta le dio por aparecer. “Documento propio mata teoría ajena”
recordaron, aprestándose a adoptar la versión oficial.
Pero la misma nota decía que no pretendía ser ni
documento oficial, ni verdad suprema; que su función no era descalificar los
análisis previos sino presentar otro; que para enseñanza y provecho de la
comunidad sirvan así mismo chismes, llantos, susurros, suspiros, gritos,
gimoteos, interjecciones, risas y otras tradiciones orales. Que hasta omisiones
y silencios suman.
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