No bien estuvo ella en posición, la primera criatura empezó
a salir. Era grande.
Doloroso y lento proceso. “Me vas a romper”.
No había nadie para asistirla, todo dependía de ella. Pero
ya había dado a luz varias camadas. Podría.
La criatura se atascó. El dolor no cedía.
Se dio ánimo: “puje, señora”. La criatura reaccionó. “Dale. Ya sales.” Contaba y respiraba. “Vamos que sales”. Fuerza. Ya casi. El último empujón. “Vamos, señora”…
Con el alivio no vino el llanto sino la risa. Y era su risa,
“mi trabajo de parto fue un éxito… Una criatura nomás sí. Felicidades, señora.”
Se levantó satisfecha y riéndose, y se volteó para mirar.
Relato y más risas:
“Dos cagarrutas gemelas, derivadas de la original, que se
partió por el esfuerzo”.
“Parecían mirarla”. “Mamá”… “Las miró a ver si se les veía el sexo”.
“Lamerlas”.
Se alejaba de ellas mientras barajaba nombres y le daba
forma a la historia. “Para mis nietos”. La risa volvió a doblarla.
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