A Daniel Samper Pizano,
guiado en este estilo por, entre otros, legendario Ernesto*;
a Bukowsky, por cochino;
 y a Báteman, que gustaba de la chacota 

Al todopoderoso pedo químico

A las risas de América


Hoy se habló en la reunión que siempre hacemos después de las tomas municipales, y como comandante decidí prohibir, de ahora en adelante, todo tipo de pintas, grafitis y expresiones artísticas de cualquier índole en las paredes de los municipios en los que incursionemos o en material enemigo inutilizado. Este frente va a empezar a respetar: Si no al enemigo, a la guerra que libra. Si no a la guerra que libra, a las poblaciones donde se lucha. Si no a las poblaciones donde se lucha, ¡por lo menos al propio frente! Mínimo ésa. Si no, no podemos ni arrancar. Después las otras vemos, pero al menos unita.

Hasta hoy era usual, después del combate, que la tropa procediera a escribir sus consignas favoritas en las paredes del pueblo tomado. El comando de la organización había seguido permitiendo la libre expresión artística a pesar de que cada vez se apartaba más de los tópicos revolucionarios originales, pues aún disminuyendo estos mantenía la actividad su carácter catárquico y de descarga que en otros ejércitos se traduce en acciones violentas (aniquilación, vejación, violación) contra la población civil del municipio.

Pero la cosa tocó fondo hoy, cuando leí por ahí, entre los mensajitos de siempre, uno que decía: “qué lindo ver este pueblo sin guerrilla”. Nadie se atribuyó la autoría.

Al principio creí que la inmadurez de nuestro movimiento se debía a que éramos un ejército apenas en formación, formado por gente de escasa o nula instrucción militar y con cero posición política. 

Pero ahora mis investigaciones apuntan a que la aparición de una frase tal se debe más al abrupto descenso del promedio de edad de nuestro frente, cobrando fuerza progresivamente las tendencias infantil y adolescente por la cantidad de elementos de esas franjas incorporados en los últimos tiempos. Probablemente vieron la frase en la televisión, les pareció “severa” como grito de guerra y así nomás la fueron escribiendo (además con unas variantes ortográficas que desafían la imaginación), sin saber que es propia del enemigo.

Ya veníamos sospechando que algo andaba mal, por el comportamiento mostrado inmediatamente después de las tomas, cuando la férrea disciplina militar cedía un poco y se cultivaba el arte estimulando la expresión individual o grupal. Ya me parecía oír demasiadas risas para un momento tan solemne. Después veíamos que en los vehículos destruidos del enemigo aparecían varios “lávame” en los vidrios, mocos en los espejos, y las llantas orinadas y a veces incluso hasta cagadas enteras. Cuando yo preguntaba me decían que era táctica del enemigo para inutilizar su material. Pero luego veía yo los muros y fachadas de las casas: llenas de frasecitas y poemas –tal declarándosele a tal, tal es la traga de tal–, besitos y emoticones en esténcil, groserías (aprendí varias nuevas), saludos a la familia o la “gallada”, motivos de grupos musicales o de instituciones deportivas, facsímiles de chismógrafos, explícitas gráficas de baño, invitaciones a gente ajena a la tropa a “culiar” (?), promociones de cualquier masaje o estimulación corporal localizada imaginable ofrecidos, bien por el enemigo o por gente “del colegio” (esta última se identificaba porque se anotaba al lado un número de teléfono). Hasta caricaturas mías salían en esas paredes.

Aunque veía todo eso como “males menores” de la guerra –era corriente verme al final del combate, sin poder de la risa o vomitando y llorando del asco, revisando todo el pueblo, quitando calcomanías y afiches (algunos muy sexis y con pajazos) que pudieran vincular a algunos indeseables ídolos juveniles con nuestro movimiento– hoy esa expresión cobró otra dimensión.   

Pasos a seguir:
La “actividad de descarga y recreo”, como se va a empezar a llamar ahora, queda suspendida hasta que prometan que se van a portar bien, hasta que aprendan a ir al baño antes de entrar en combate, y a controlar esfínteres durante y después de la contienda.

Además se les va a enseñar a no rayar las paredes, mediante actividad de penitencia o castigo: cada cual va a inventar una frase de disculpa con un número mínimo de palabras –o de letras, o hasta caracteres se vale– a ejecutar un número por determinar de repeticiones (plana que llaman), en número por determinar de paredes, en número por determinar de poblaciones después de su respectiva toma.   

Por último, después de cada plana y para finalizar tanto el acto de contrición como la toma misma cuádrese la tropa entera en la plaza principal del pueblo y repita varias veces (número también por definir): “nos perdonan lo guaches que fuimos, no lo volvemos a hacer. Te queremos pueblo, te queremos enemigo, te queremos revolución, te queremos comandante”.

Una vez levantado el castigo se hará una mesa redonda para proponer y estudiar nuevas actividades de descarga y recreo y un acto de clausura que sustituya al de contrición.





* Guevara, no Samper (ojo).

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