Como la risa, el llanto también cuenta con su musculatura.
Si no la mueves, después no sale.
No es que sea cosa pues de andar por ahí entrenando aspavientos, o actuando la emoción periódicamente. Más bien es dejar de resistirse al
llamado de las secreciones, que suele manifestarse con aceptable frecuencia,
sólo que esta vida moderna nos ha enseñado a obviarlo.
Entonces, si notas que el habla se craquela, el ojo hace agua y ya el
moco presiona, aprovecha. Afloja y entrégate.
Esos lloros te servirán también para ir ensayando aquellos sonidos
y muecas que has soñado y que te irán dando tu sello y estilo para el berreo.