En el colegio nos decían que los conflictos eran cosa de gente grande, que no debíamos pelear, que cuando fuéramos grandes resolveríamos.

Nos habían enseñado que la gente empezaba a ser grande cuando empezaba a echar tetas y pelos, y cambiaba de voz.

Sería con esas voces cambiadas que imaginábamos que frases como: “te veré en el infierno” o equivalentes agarrarían sentido y sonido.

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