A Auryn, a las Casas del Cambio* (¡On Lime!),
y a las Puertas Sin Llave, y sus malas pasadas.

A la Fundación Tumbarte.


Viniendo de llevar el compos (sic), o del programa de radio. No me acuerdo bien, porque ambas quedaban para el mismo lado –era pasando al lado del parque, ahí se veían las casetas–. La cuestión era la feria funcionando, y a pleno. Nunca me había tocado, o sea que esa vez ya de ida reparé en la movida. De vuelta sí casi no, pero pasó que como que vi el nombre de una editorial favorita entre las clasificaciones. Paré y me asomé, y sí.

Yo le digo favorita esa editorial porque siempre me acuerda del mismo libro, el primero que me leí, el que más me he releído, el que más me gustaba cargar a todas partes, el que me traje a este viaje en el que me metiste para buscarte y perderte (y del que a veces no sé cómo salir); el libro que hace poco todavía tenía, hasta que  me dio por regalártelo, que porque me lo nombraste una vez sin yo haberte nunca hablado de él y la conexión y la joda... Que no es de arrepentirse, pero desde ese momento sabía que me iba a tocar volver a comprarlo, porque sin él no aguanta. Mentiras, incluso antes,  porque todavía teniéndolo pensaba comprar una edición más nueva, porque el ejemplar ya presentaba achaques, además de reflejar sus páginas subrayadas, resaltadas y acotadas un protointelectual y ultrañoño espíritu que me avergüenza hasta el escalofrío, y que durante las primeras lecturas, en plena primaria, menos mal nadie vio, o hubiera muerto a calvazos.

Sin el libro me había agarrado como un desamparo en épocas difíciles (tanto sufrir por ti, no joda), siendo que antes podía abrirlo para pedirle consejo. Y aunque yo ya me había hecho a una edición digital del amado texto, y con todos sus dibujos y colores –se notaba esmero en la escaneada, no era como esas ediciones escolares sin dibujos en que se va cambiando la fuente en grosero blanco y negro...–, no era cosa de andar buscando computador cada que me diera por la consulta. La vuelta era volver a conseguir el libro de verdad, eso era de ahí.

Entonces paré y me puse a hurgar y a esculcar.

Y, ¿qué crees?: Estaba.

El mal viaje y el embale del consumo me invadieron, me tocó pedir prestado (vivía entonces en régimen comunista y trabajaba sin ánimo de lucro, o sea que no tenía plata, mis acompañantes tenían algo que les quedaba de los ahorros, además no llevaban viajando tanto), y mientras lo sacaba volví a pensar qué harías tú con el libro cuando a mí me hacía falta, si sí lo habrías usado. Hasta lo habrías regalado – y no me quiero imaginar a quién, porque tú eres así –, no falta.

Y vea, yo hasta ese momento no hubiera pensado en comprarlo de segunda, pero en vista de las circunstancias... Porque cómo te parece que terminó siendo el mismo libro que yo te di, el que había tenido toda la vida y que al final te regalé. El mismo ejemplar maldito, subrayado y resaltado... O sea que qué...

A mí ya lo que me importó en ese momento fue recuperar eso que, así las cosas, era más mío que de nadie, más mío que el carajo, eso que me “había pertenecido siempre”, si el mismo libro lo dice, léalo y verá. Y también dice lo que hay que hacer en esos casos. Así que devolví la plata prestada y  me lo tumbé.  





*    No confundir con la Casa del Ritmo.

La parálisis actual de la movida reggae
(que afecta principalmente a las bandas)
se debe al asombro general ante la súbita
y total legalización de la marihuana.     


No, no, la revolución la hicimos. Luego apareció otra gente, pero eso no nos quita. Lo que había que bailar se bailó.

Si le metimos a la parte religiosa fue porque la ley, por un lado, decía que ahora se podía creer en cualquier vaina, pero por otro seguía manteniendo el tal concordato con la iglesia esa que nos jodía desde hacía rato y todavía en calidad de culto oficial. Y la gente le seguía haciendo caso porque para pueblo religioso y miedoso este, eso era un solo peque y rece y empate (que sí pero no, que no pero sí, así todo el tiempo). Y con tal de quedar bien como que tampoco importaba mucho que fuera una onda impuesta a punta de eliminaciones y/o suplantaciones de ídolos originales y de la tergiversar y torcer sus ritos y eventos conmemorativos. Entonces nos tocó anular concordatos y ponernos a quitar monumentos y templos de adoración, y luego reemplazarlos por los originales donde se podía, donde sabíamos que había algo antes. Donde no, mandábamos cualquier otra cosa: un parque, una cancha, una piscina... Y nada de fiesticas patronales, a celebrar otra vez cosechas y solsticios y semanas de turismo, y a los carnavales cambiarles nombre y fecha (y tratando de que no se cruzaran unos con otros para poder ir a todos).

La contrarrevolución nos la olimos siempre, sólo que por otro lado. En estos tiempos de clases medias o emergentes, es su proverbial cobardía la que mueve los hilos en pro de la propia seguridad -siempre amenazada que porque tanto esfuerzo para llegar a donde están, para que ahora venga cualquiera a dañarles el caminao, dicen, y no tanto a ellas, agregan, que ya están curtidas de tanto guerriarla, pero a sus crías... dígame qué futuro les espera a esas pobres criaturas-. Y como no hacen sino ver vicio y droga y delincuencia y prostitución y depravación en cada vuelta que no conocen, una movida como la revolución... no no no no no. Por ahí era que la veíamos venir, sabíamos que al irnos tan de frente con la erradicación (nada más peligroso que el pánico colectivo) se iba a armar breve y nos fuimos preparando para no dejarnos.

Pero vieron que los piquetes no se armaron por ese lado... Y no se armaron porque el hábito de la inacción de las clases medias es tan fuerte -con el susto que se mandan- que se terminaron convenciendo -eso lo supimos después, pero era de ahí- de que la contrarrevolución podía ser mal negocio y no estaban las cosas -para ellas nunca van a estar- para andar perdiendo plata. y fuera lo que fuera, la revolución todavía no se había metido con nadie, o por lo menos a ese nivel, o sea que mejor esperar un poco (y un poco era cuánto... no importa, el hecho es esperar, siempre es mejor esperar). Lo que pasaba era que nosotros andábamos era más tratando de cambiar fes que pensando en chicharrones monetarios,o sea que ni ahí.

La revuelta la acabaron fue impulsando los pueblos marginales, o sea los originarios y los importados como fuerza de trabajo, ya liberados todos pero igual en las periferias. Se levantaron porque la religión que tumbamos, aunque impuesta como el idioma -que por ahí tampoco nos habíamos metido, y eso que el idioma imperialista que hablábamos también era dizque el oficial y con esa disculpa había exterminado a todo dialecto regional-folclórico que osara resistir, pero la diferencia ahí es que no hay ni contrato ni concordato con ninguna real academia-, la habían terminado sincronizando, en figuras y calendario, y además muy armoniosamente (a veces hasta adelantándose a las mismas misiones evangelizadoras) con sus creencias de toda la vida, sirviéndose asimismo de ella para sacar el material de muchas de sus más bonitas canciones, que a quién no le gustaron cuando nos las mostraron, había que cantos con marimba y con tambores y sonajeros varios... Y pues, ya poniéndonos a ver, la parte pagana de las fiestas patronales tampoco era que nos disgustara.

La gente dice que la contrarrevolución triunfó, que porque el gobierno está ahora en sus manos, no en las nuestras, pero si nos dejamos es porque la tenían más clara. Tampoco fue pues derrocada-derrocada, así con todo y negociación y asilo en el exterior, salida digna que se hace en esos casos. Se habló, y se habló bien, al final parecía como que no les sonaba tanto sacarnos, pero les dijimos que todo bien, que si a la gente la palabra contrarrevolución le sonaba más bonito y le asustaba menos y así iban a dejar trabajar, pues bien pueda sigan (sic). Y se ve que la pilotean, y la revolución igual canciona, así sea con otro nombre. A nosotros ya nos dicen paquetes, pechofríos. Que nos digan.  
Estrella Resonante
Vómito Rosado
Para mi par de bichos favoritos
(No, tú no sales en este)
(¿Te molestaría compartir cuento?)

Tengo un par de bichos favoritos: Ruge y Peps, los seres queridos del momento. Son un par de lucecitas donde arranca y termina un tren. Las llamo y se prenden, pero también se prenden sin que las llame. De pronto ni se apagan, pero siempre alegra verles porque los propios bajonazos son frecuentes cuando se persiguen amorcitos que se escapan. Las amistades, en cambio, no huyen. Se ven en esas lucecitas que se mueven para cambiar de color, y así darme su alegría.
A veces canto dentro del tren y paso gorra. Peps y Ruge también tienen voces, y suenan bonitas cuando hablan. Pero deberían cantar más.
A Ruge le pusimos Ruge porque ruge y enseña a rugir, o más bien a descubrir el propio rugido, algo de mucha ayuda en estos tiempos.
Peps se autodenomina Peps. 
Ruge vive en la gran Bábilon, pero en Estívelan, o sea en su parásito, porque Estívelan vive en Bábilon y de Bábilon y así lo menoscaba.
Peps habita en una ciudad estudiantil que queda al lado de la Bábilon y es pequeña. Oficia más o menos de local porque la república sí, pero el municipio no. Cuando voy, me deja quedar en su casa.
Ruge es más o menos de mis pagos, por idéntica razón. No somos de acá, de todas formas. Su casa fue mi casa, la sede de Estívelan. Ruge sigue viviendo ahí. Yo ya no, pero igual voy a cada rato a hacer visita y a ayudar a moverla. Para mí sigue siendo la Casa del Cambio de la que habla el cuento, pero a Ruge le gusta más decirle la Casa del Ritmo, por lo de la moviola y las fiestas. De ahí nos conocemos.
De Peps nos desayunamos Ruge y yo al tiempo. Era verano y Uruguay. Desde entonces no hemos vuelto a aparecer en formato trío. Queremos unir el grupo completo otra vez por una corta temporada antes de yo dejar la región para volver a mis pagos. Y que sea en lo de Peps, porque Ruge no ha ido a lo de Peps, mientras que Peps sí ha ido a Estívelan. Me contaron que una vez iba Peps correteando al tren y de pronto vio a Ruge en la misma (Pasa que Ruge tiene familia en la ciudad estudiante y va a verle con frecuencia). Se miraron, se reconocieron, gritaron de felicidad, se abrazaron y se pusieron más felices. Imagínate lo bien que la debieron pasar en ese tren, que ese día habrá logrado más velocidá.
Donde Peps me quedo en su mismo cuarto pero con turnos cruzados. Casi nunca coincidimos si no es durmiendo. Cuando en una de esas despertamos más o menos igual tomamos café y nos contamos cosas. Si no, nos anotamos mensajitos bonitos para cuando despiertes.
A Ruge le gusta alegrar a la gente y me enseña cómo, pero yo sospecho que también le sale sin pensarlo, porque por ejemplo la última vez que parchamos –y fuimos a llevar el compos y se gastó helado y tal– veníamos por un puente que pasa por encima de la carrilera –y que también pasamos de noche cuando vamos a la emisora– y preciso venía el tren y nos paramos a verlo pasar (porque no siempre pasa el tren). Yo me quedé mirándolo en toda su extensión, pero también noté la presencia del tripulante y ha sido la única vez y fue porque vio a Ruge saltando y saludando al tren, ante lo cual sonrió ¡y saludó a su vez! Y Ruge soltó la risa, qué alegría la que nos dio.
Cuando volví a la casa de Peps a pasar esto a limpio para regalárselo a los respectivos bichitos, busqué dónde irlo guardando mientras y aparecieron varios documentos artísticos. No me aguanté y me los leí todos. Peps los habitaba agradablemente en su mayoría, o yo pensaba que los habitaba porque se los había inventado, o pensaba que se los había inventado porque era en su computadora –viste esas asociaciones literarias que se hacen, en estos días hablábamos de eso con otro bichito nuevo y bonito que apareció y que también promete–.  Igual tenían toda la onda.
Ruge también tiene máquina computadora. También con toda la onda.
A pesar de gozar yo también de sus computadoras –que fuera de eso son portátiles–, creo que saben que el cariño que les tengo es anterior a la máquina e independiente de ella. Debe ser por eso que me las siguen prestando.
Al lado oscuro de tal artista 
y al luminoso de tal policía.
A la izquierda fascista. 

A propósito de anonimatos, ya que mucha gente ha preguntado últimamente:

A la gente de un país casi nunca le importa el origen de sus historias. Nunca a nadie le da por preguntar de dónde salen las cosmogonías que explican su cultura. El saber popular es el saber popular y es el más sabio y no hay más vueltas qué darle, y para épocas nefastas de bloqueos artísticos y problemas legales por derechos de autor ya han tenido demasiado varios países.

Pero en uno una vez pasó que una comisión o cofradía académica arrancó a joder con que casi todas las historias y mitos del folk-lore del país eran sospechosamente parecidas entre sí, de tono similar así trataran de temática diversa, o sea que debían ser obra de una sola "entidad creadora" (obsérvese el nombrecito, lo que es no tener nada qué hacer), o por lo menos de un círculo de esas entidades creadoras, o de la misma “escuela”, ésas nombres que les ponen… Y que entonces dizque había que descubrir quién -o quiénes- habían sido.

Las leyendas, que eran de primer nivel, propendían por el bienestar de la nación en tanto el de cada uno de sus habitantes: poco miedo, nula represión, cero fascismo, adiós dioses castigadores, full carnaval, vía libre al aborto guéi (sic), etc. Se podría decir que era una de las mejores mitologías nacionales (y eso que a las mitologías eso de las naciones como que...)

El caso es que el parche este con su investigadera joda y joda hasta que creyó encontrar algo… y desde ahí no volvieron a molestar con el asunto. ¿Qué pasó?

Dicen que al parecer la autoría de la totalidad de la cosmovisión nacional terminó "recayendo" (¡gózate el verbo!) nada más ni nada menos que en la junta militar que tuvo a su cargo las desapariciones y torturas más atroces –recordarlas otra vez, pa´ qué-, y como que fue en esa misma época que se confeccionó todo el material mitológico, y no necesariamente en tiempos de carnaval, como para que no se dijera pues que...

Como que el rigor investigativo era tal que no permitía casi margen de error a los datos "por la pesquisa arrojados" (seguimos gozando), o sea que la cosa era de no te lo puedo creer, porque siempre se ha hablado de como hay gente que echando el cuento es toda simpática pero luego ni saluda, pero nunca al revés. ¿Gente mal nacida, malcriada, malherida con un lado tierno, buena onda? No no no no no.

Entonces el asunto ahí vuelve a ser: al fin qué: mejor saber, o no saber; seguir odiando con todo, o más o menos…

Por eso como que nunca se ha publicado nada de eso. Y dizque ha pasado en más de un país...


el no futuro es ahora

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