Entre los agentes contaminantes identificados en esos tiempos fue reconocido como principal la superpoblación . Para contrarrestarlo, además de las políticas relativas a controles de natalidad, se organizaban sacrificios cada cierto tiempo, que enfrentaban a equipos formados siempre momentos antes de cada enfrentamiento y desaparecidos bien en combate o al final del mismo según perdiera o ganara (respectivamente), pues la contienda terminaba solamente cuando uno de los equipos era aniquilado en su totalidad por el otro. Se les llamaba “Las Guerras Sin Odio” .

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En varias regiones-eras del espacio-tiempo se celebrarían torneos-festivales interestelares de espectros electromagnéticos.

Para reafirmar tradición y/o mostrar nuevas composiciones.

Reservándose el derecho a admitir público de índole jipi/guéi por los hábitos de apropiación/tergiversación, por parte de sus comunidades/comunidades, de las franjas más variopintas para la elaboración de manillas/banderas*.


* Las reglamentaciones sobre este punto serían resultado de discusiones que versarían sobre asuntos como la inconveniencia/grosería de las imitaciones por síntesis sustractiva o la justificación –por razones de antigüedad/cópiraight– de eventuales monopolios indígenas para la comercialización (entiéndase trueque entre sus tribus) de los mejores motivos en productos/modalidades cualesquiera, desde la uipala hasta la calcomanía y el mug.
En la sección de preguntas

- A ver esta otra (leyendo): "qué importa más: lo que se hace, o quién lo hace".

Silencio

- ¿Quién hizo esta pregunta?
Para Nasruddin y sus secuaces.
En una de ésas descubrimos que nuestro problema principal era la costumbre de andar sacando disculpas para todo.

Entonces se nos ocurrió que lo mejor era avisarle a todo el mundo.

Para que quedara bien elegante, la idea era cranearnos algo así como un "Tratado de la Disculpa", un documento perenne que las tuviera todas y fuera así vacunando a la población contra su ataque.

Pero la vaina fue que nos fuimos dando cuenta de que nunca podríamos meterlas todas, porque de este medio tan mañoso han hecho las disculpas su hábitat favorito, mutándose y reproduciéndose a velocidades y en variedades que tienden a infinito, excediendo obviamente nuestras capacidades no sólo de clasificación sino de identificación, quedando cualquier tratado obsoleto casi que ipso-facto.

De hecho ésa primera disculpa para no hacer el tratado fue aprobada por unanimidad, además porque servía como ejemplo.

Después fueron apareciendo otras que terminaron de convencernos, pero no las pusimos porque ya con esta teníamos.

Igual, si toca mostrar algo, pues está esto, ¿no?

Claro, ahí está.

La última de Seres Queridos de las Víctimas de Desapariciones Forzadas y Delitos Atroces Varios fue exigir la exhumación de los restos que permanecen enterrados bajo la gramilla del Estadio Nacional, comprobado escenario de ocasionales y variadas actividades extradeportivas como torturas, juicios sumarios, ejecuciones y descuartizamientos.  

Luego de intensos debates en los más tradicionales y tripleá espacios de opinión –polémicas , telepolémicas, cabalgatas deportivas, pulsos y manoamanos– Prensa Deportiva Nacional emitió un comunicado en el que se pronuncia a favor de la petición y se solidariza con Seres Queridos.

(Por si no se la pillaron: la gracia está en los intensos debates).


Acá nos la sabemos diferente:

A las ciudades imperiales de Cuzco y Tenochtitlan
A la Liga Deportiva Universitaria de Quito y Fluminense
Al Pulso del Fútbol


Pues contaba la historia patria que en la época de La Conquista se habían construido los Estadios Nacionales sobre las ruinas de los escenarios de juegos de pelota indígenas, destruidos al ser considerados sus juegos pecaminosos y profanos, contrarios a la fe estándar y bla bla, bla…

Pero no fue sino hasta cuando inició la Era Republicana o “de patrias bobas”, que, en una especie de reconocimiento tardío y pendejo de las libertades de cultos se quiso indemnizar a los pueblos que habían padecido la dominación “y la consiguiente pérdida de sus valores culturales y/o deportivos”. Los gobiernos de las jóvenes republiquetas éstas fueron decretando uno a uno la “revisión obligatoria de libros y pénsums de historia de cualesquiera colegio, escuela o garaje nacional”, para incluir el respectivo parágrafo o corolario que rezara que “Además de las ruinas de los Antiguos Templos Deportivos Indígenas (así les dicen ahora, y con mayúsculas, como tratando de reconocerles o de devolverles quién sabe qué estatus play –¿o deberíamos decir “fair play”?–), bajo el complejo Estadios Nacionales que los reemplazó yacen también a veces los mismísimos restos de practicantes y asistentes, atletas e hinchas, legitimando leyendas antaño callejeras y vulgares como las de los “Genocidio de Clubes”, que hablan de barras enteras sepultadas vivas o de planteles aplastados en su totalidad (dirigencias y utilerías incluidas) en camerinos tanto locales como visitantes…”, etcétera, etcétera. Y ya con eso se arregló el problema…

Lo cierto es que desde que por acá arrancaron campeonatos y ligas nacionales (oficiales o piratas, es lo de menos), las prensas deportivas de todo el continente se han opuesto férreamente a todo tipo de actividad extradeportiva realizada en un estadio (sea éste Nacional o Municipal), aunque siempre se hable es de conciertos, que porque tanta brincadera de las fanaticadas compromete seriamente la integridad de la gramilla, sobre todo si hay partido al otro día. El cuento siempre es la gramilla, es de lo único que hablan, pero decir algo acerca de la calidad de los espectáculos, de los artistas, algo que exceda y al mismo tiempo oxigene el ámbito deportivo y cultural, eso sí no. Y eso que ahora la moda en todo el continente es unir deporte y cultura, que porque a la larga son la misma cosa, que porque ambos entran en la categoría de “alimentos del espíritu”… Entonces imagínese el susto cuando se planteó la posibilidad de exhumar el poco de restos que dizque hay debajo de las gramillas de los Estadios Nacionales y que incluso parecen más recientes de lo debido, según la historia... Eso empezaron a llover argumentos… Que si es que después van a comprar grama sintética cuando se tiren la natural; que cuáles restos y que cuál cementerio indio, que si hubiera habido algo ahí el pasto hubiera sido más fértil y hubiera crecido más rápido, agotando no sólo al rival sino también la local, mermando el rendimiento de ambos equipos y sacándoles así las respectivas leches, pero que nunca se había sabido de elenco alguno que se quejara del terreno de juego luego del reconocimiento; que torturas, ejecuciones y demás jueguitos del amor se realizaban más en las tribunas y camerinos que en el propio campo de juego, que por algo las leyendas éstas… que ahí sí que busquen lo que quieran, con tal de que no se nos metan con el césped; que si había cadáveres lo que había que hacer era dejarlos ahí quieticos que porque alma en pena de alto rendimiento que se respete busca siempre zonas y tiempos de hidratación y eso como que es lo que ha ayudado a un óptimo drenaje de las canchas; que había que ponerle un límite o un plazo a eso de las denuncias de la desaparición forzada, que porque parecía que había descendientes de las tribus originarias de los tiempos de los Antiguos Templos Deportivos Indígenas que se infiltraban entre las modernas organizaciones de familiares y seres queridos de las víctimas para seguir reclamando dizque reparación por los exterminios de La Conquista… Lo cierto es que, igual que con los conciertos, por mucho que reviren las prensas deportivas las tales excavaciones o exhumaciones se van a terminar haciendo, o sea que la Copa Libertadores, el único torneo que se juega en las subsedes originales de los antiguos imperios, parece que quedará en veremos hasta que se resuelva ese asunto. Eso sí, dicen que la gente de la Copa se metió ya al negocio de las excavaciones y las exhumaciones… Como que uno de los ganchos para el torneo va a ser repartir algunos abonos de cortesía entre las organizaciones de familiares y seres queridos, y por ahí ronda el chisme de que hasta las tribus originarias clasificarían a la repartija… Esa gente de la Copa se mueve en todos los frentes. Con ése lobby que se mandan… Almuerzo va, almuerzo viene… Impusieron la moda y ése estilo va a terminar siendo la única forma de tener a todo el mundo contento.

No, y porque entre otras cosas el que la Copa Libertadores se siga llamando así tiene que ver con eso, con ese lobby tan bravo. Ese nombre funciona y se mantiene más por cuestiones de marketing que porque realmente… ¿sí?

Juzgó Dios necesario arrasar esta playa tropical cuyo degenerado turismo pervertía su creación con toda suerte de excesos.

Contó desde siempre esta playa con el don del oleaje, del cual nunca pretendió nadie abusar o aprovecharse como para decir que fue por eso que… Más bien fue con eso que, y ahí sí de pronto el recurso pudo ser… Porque la cosa fue siempre como más hacia la belleza plástica -aunque en la adolescencia rayare- del equilibrio sobre la cresta (surf que llaman), tendencia que en deportiva modalidad representaba una de las sublimaciones artísticas más altas del espíritu; o bien hacia la burda pero inocente revolcada bajo su espuma -acto básico, no estético y reflejo de instintos corporales más baratos y domésticos- orientada más al goce en familia. Entonces, ya venir a hablar de exceso o pecado acá, era… El hecho es que la playa se convirtió muy rápido en favorita de surfistas y bañistas a nivel nacional –movilizándose todavía más rápido la población de los alrededores en un estilo migratorio conocido luego como “desplazamiento no forzado” (el cual, según varias oenegés que defienden su reconocimiento, carece de elementos como el desalojo o el actor violento) para establecerse en sus inmediaciones, dando lugar a un nuevo y aledaño poblado que se anexionara la playa no bien arribar las primeras avanzadas ocupas, que desde el momento mismo de su asentamiento ofrecían servicios de hospedaje y alimentación al surfismo y al bañismo- y casi inmediatamente también internacional, pues pese a que la playita era tan pequeña que ni acompañada de pueblo alguno aparecería en los mapas (a no ser ya un zum muy áspero), la voz corrió andergraund entre las comunidades surfistas. Estas, cosmopolitas como ninguna otra agremiación playera, metieron mano ipso facto: plata y logística de afuera le metieron a esto, en pro de una infraestructura más digna de sí, no era cosa de andar esperando los lentos procesos nativos, eso no va con ella, no. Playa y poblado entonces, minúsculos y embambados, estuvieron listos en breve para recibir a la comunidad surfista mundial, pues de eso se trataba, de acondicionar el peladero para el surfismo, no de volverlo municipio, eso a las comunidades surfistas no les importaba, habituadas como estaban a eso de pasar siempre, sobradamente y sin dificultad, por encima.

Hasta ahí Dios no tenía nada qué objetar, la creación seguía su curso natural… Y como el surf era tan plei, pues con él llegaron el fashion y la gafa… y el entertainment y la comida fina y el trago y la parranda. Familia y juventud la pasaban bueno, y si el surf en algún momento dejaba de ser lo más importante, pues… Luego fueron apareciendo avanzadas turística más sofisticada, que pedían otros elementos y sustancias, y para no perder plata tocó empezar a meter pepas, perico y putas de todas las edades. Normal, nada qué objetar.

Ya a lo último el poblado atraía a gran cantidad de jipis itinerantes que se la pasaban fumando unas yerbas y hablando de quién sabe qué vibras y ondas y pachamamas y otros espíritus sospechosos, y que Babilón pronto iba a caer… Lo de la yerba tampoco conspiraba contra Dios, sabía Dios, que en su infinita sabiduría sabía así mismo que al jipismo, tanto que peleaba, no le convenía ni la legalización de la misma yerba ni la caída de Babilón, porque se les caería casi todo el discurso de la reguelushion, y se acabarían los grupos, y con ellos morirían el ruts, el escá, el rocstedi, el dansjol, el raga y el dob… mejor dicho gran parte del repertorio que se bailaba en el poblado y su playa y con el que las comunas jipis hacían resistencia contra el ultrahueco surf, el primer ritmo impuesto acá, cuyas formas instrumentales originales habían degenerado en versiones pop de temática y voces preadolescentes que reflejaban, decía el jipismo, la dominación babilónica. Por eso lo atacaban con buena onda en las canciones, porque tampoco con el surf se podía acabar, si no después no habría contra qué resistir. A Dios le hubiere regocijado todo ese metabolismo jipi, al fin inofensivo y tan contradictorio -porque lo que más le daba risa era que la totalidad de la población jipi terminaba siempre en Babilón (y Babilón en esa época no era otro que este, por poblado y no por playa… Si hasta dicen que casi se arma la balacera la vez que un parche mafioso ya ebrio y de inaudito espíritu conciliador le dio porque el poblado debía llamarse Puerto Babilón, que porque el jipismo y que porque Babilón como que era el nombre original indígena, y que eso era sagrado, hijueputa) buscando plata (y no para la revolución) y justificando con muy variadas y floridas retóricas su permanencia en ella y su caída en los vicios burgueses- de no ser porque tanta sicodelia les llevaba a invocar pachamamas, yas (rastafarai), yemayás u otras conspiraciones similares. Y eso fue lo que a Dios ya no le cuadró y le animó a proceder.

Como Dios sabe cómo hace sus cosas, decidió obrar sin dar tanto visaje, buscando aliados útiles para lo del trabajo sucio. De las puertas que tocó se abrieron tres: la de la Asociación Internacional de Surfistas, que veía cómo su accionar -de claro corte artístico- se había tergiversado hasta la depravación, una; la de la Policía Nacional de Inmigración, cuya afición principal era la deportación de jipis, dos; y la de la Federación Internacional de Placas Tectónicas y Terremotos, tenebrosa organización orden terrorista, tres. Todas se comprometieron con la santa causa, aunque La Policía Nacional de Inmigración se terminó torciendo de un momento a otro, alegando que el jipismo controlado más no erradicado de raíz –así dijeron– le daba al poblado un aspecto semibohemio muy conveniente para la generación de divisas y activos a la dolarizada economía nacional; además el bricheraje trae gente, Satanás también tiene velas en el entierro, hágale más pasito…

La Asociación de Surfistas y la Federación de Placas sí se le midieron de una, proveyendo la primera de las tablas necesarias para la salvación de su gente, que remontaría la ola del devastador sunami (sic) enviado por Dios aprovechando la época de terremotos para poder echarle la culpa así a La Federación de Placas, cuyo única función en el cuento sería firmar un documento en el que aceptaría la responsabilidad científica e histórica del fenómeno que probablemente sería conocido y explicado en las mitologías venideras como Diluvio Universal, a cambio del derecho a tres conspiraciones futuras: una telúrica, un maremoto y un erupto volcánico. Esas todavía las estamos esperando, no sabemos cuándo, pero se supone que ese tipo de acuerdos son sagrados, y más tratándose de organizaciones terroristas tan pesadas… El hecho es que el problemita de la playita esta quedó arreglado según lo pactado y el único turismo vigente en esta zona es el de presenciar esas ruinas inundadas para que nos quede claro quién manda y dejar de andar conspirando de alegría. Así que mejor nos vamos tomando las foticos rápido y no hagan preguntas.




"Hay pelea, hay pelea, hay pelea... ya no más".
La Revuelta

Al dizque oficialismo y sus dizque contraculturas


Dicen que hay quienes dicen que sí y quienes dicen que no.

Que quienes dicen que no, lo dicen para oponerse a quienes dicen que sí.

Y que quienes dicen que sí, no lo dicen porque "sí". Lo dicen para oponerse a quienes dicen que no. O sea, le dicen que no al no.

Entonces, si para decir otra cosa que vaya en contra de tanto "no" nos toca meternos en la onda, manifestaremos nuestro inconformismo igual negando, pero bajo perfil; arrancando, por ejemplo, con el popular "¡cómo no!", que niega, pero no tanto -viene siendo como un "no" no tan no-... Después podría meterse un "¿y por qué no?", desafiante pero ya afirmativo, que distensiona el ambiente y lo deja listo para apariciones del tipo: "¿quién sabe?" o "en una de esas...", tan necesarias para nuestro gusto, pues en ellas se dibuja ya la esperanza, además de ser intercambiables, aunque a veces también van seguidas.
                                                                                                                                   A la Puerta Sin Llave.

A Yenny Rocío también.
Le cuadra.

Cada peso que se le quite al deporte
es un peso que se le quita a la paz.
                                                                                                                                                                   
En una de tantas ciudades que empezaba a conocer gracias a mi viaje por nuestro continente, caminaba yo después del trabajo con mi instrumento sin estuche, expuesto y echado atrás cuando, caminando a su vez, vi pasar una bella figura local en dirección contraria.

Al igual que en todas las ciudades que había explorado previamente, en la que me encontraba venía experimentando ya la sensación de abstención en la que las diferentes poblaciones parecían esmerarse al acogerme, con la consiguiente negación, más que de sus amores, de sus favores –porque simpáticas y hospitalarias se mostraban en todas partes, pero de aquello nada, a pesar de que yo, por carisma y acento visitantes debía arrasar–. Aguantarme las ganas nunca ha sido raro para mí, pero viajando la cosa tenía que ser diferente… Y no.

Sabido es que los viajes largos (exploratorios, iniciáticos, etc.) cuestionan el temperamento propio, invitándolo a forjarse nuevamente con nuevos materiales. Pero el temperamento es el temperamento y tiende a imponerse. En mi caso, la pelea contra él parecía ya decidida a su favor, pues la soledad me acompañaba otra vez desde hacía rato, y cuando no hay con quién confrontarse –las amistades imaginarias, que en los viajes como que son frecuentes aunque a mí me han acompañado toda la vida, no ayudaban mucho ni al consuelo conyugal ni a cambiar la actitud hacia el trabajo o la vida en general, hacia el mismo viaje– el temperamento usual se impone, vuelven las mañas anteriores, y las mías son, entre otras: resolver masturbándome, trabajar mucho y para qué, y pensar. Pensar mucho, y casi nunca llegando a nada.

Pero viaje es viaje y la esperanza es lo último que se pierde. Por eso, entre otras, seguí viajando (por eso, entre otras, a veces me he quedado; no he viajado, también). A ver qué. A ver si por ahí en una de esas. Y es sólo cuando parezco olvidarme de todo que suelen aparecen las bellas figuras (locales o visitantes como yo).

O reaparecer, como de la nada hizo esta, devolviéndose en la misma dirección en la que yo caminaba, a paso tan firme que terminó por sobrepasarme. Reaparición y sobrepaso toda alarma dispararon y con todos los timbres funcionando decidí seguirle, apreciándole por detrás, y sin pensar, entretenimiento puro y del bueno. Después sí: “Hasta que voltee o, en el mejor de los casos –y casi imposible porque yo estaba más bien lejos de mi meta–, hasta que me toque voltear (aunque yo disponía de variantes, podía voltear por otras calles)”. Ésa última opción, la del alargue, la ilusión, es la más recurrente en mi pensamiento, la que dispara posibilidades de juego y/o diálogo que aparecerían en la realidad de no ser porque el sólo hecho de haberlas imaginado ya hace que… como que se les quitan las ganas, como que hay un orgullo ahí. Sobre eso se ha escrito mucho, y yo también esa película ya la he visto varias veces. Pero bueno, ¡algo!

La pensadera no terminó así tal cual, eso había parado hacía rato, pero bueno… Lo que realmente la suspendió y precipitó la acción fue la misma posibilidad –ésa sí inesperada, como debe ser– de perder el juego tempranamente (¿“el juego”? ¿cuál juego? No sé, El Juego) fue el hecho de darme cuenta de que la figura se iba como alejando. Trotamundos como he sido –o querido ser, no importa– no iba a dejarme, pero me tocó emplearme a fondo, “haciendo acopio de…” para alcanzarla y poder seguirla siguiendo, que era el juego, al menos por el momento. Le aguanté el ritmo, pero no era tan fácil: Parecía ir en su propio training, en su propia competencia, en su propio juego. Parecía hacer gala de su buen (buenísimo) biotipo.

Se manifestó entonces, por vez segunda, mi orgulloso instinto deportivo, invitándome a replantear el juego: El sobrepaso era posible.

Además, así podría yo también mostrarme, yo con mi instrumento (echado atrás, en modo de reposo, pues recordemos que la jornada de trabajo había terminado).

Aproveché el cruce de una calle y me puse delante, cabeza de carrera, marcando el paso del pelotón. Pero seguía pensando en la inminencia del final súbito del certamen, malogrado por desvío o giro indiferente en la trayectoria de la figura, con el agravante de no poder verlo desde mi posición. Ese pensamiento desencadenó la desmotivación, mi paso se cayó y la figura, en sostenido training volvió a sobrepasarme.

Viendo yo que la vaina seguía –y que podía seguir así–, decidí que lo mejor era sobrepasarla otra vez y luego dejarla pasar y así, ir intercalando los sobrepasos para verle y que me viera, en una de esas se interesaba en el juego y quién quita… era fin de semana… igual, el solo juego ya me cuadraba, así pudiera terminar en cualquier momento.

Pues señoras y señores, cómo les parece que el juego resistió, devorando cuadras y aguantando sobrepasos y pensamientos mil, ya era cosa de empezar a creer, el alargue vislumbrábase ya en lontananza, y la figura algo debía saber ya. Me tocaba a mí el siguiente sobrepaso, el que ejecuté con henchido fervor.

Pero, como me había pasado con el primero, me entró otra vez la pensadera: tal como iban las cosas, me iba a acabar tocando a mí retirarme primero, desviándome por alguna calle correspondiente. En ese caso, lo que haría antes de llegar al cruce fatal sería adelantarme –si iba atrás–, frenar en la esquina, girarme y sonreírle para luego agradecerle verbalmente. Hecho esto, volvería a girar y voltearía por mi calle, abandonando así pista, juego y figura. A menos que… qué tal que le hubiera gustado el asunto y también, pretextando variantes para su destino, alterara su rumbo original doblando por la misma esquina y siguiéndome. En ese caso…

Lo mejor en ese momento era verificar la calle, para poder seguir pensando. Pensando y jugando. Entonces verifiqué y me di cuenta de que por andar maquinando tanta güevonada ya me había pasado varias cuadras de la última opción o variante. Además iba adelante, o sea que la culpa no era de la figura, sino de la pensadera ésa marica, que viéndolo bien había sido larga, porque el último sobrepaso lo había hecho hacía más bien tiempito.

Con la esperanza de que hubiera, de todas maneras, prolongado el juego habiendo alterado definitivamente mi rumbo, frené en la siguiente esquina esperando el sobrepaso respectivo mientras se me ocurría un pretexto para mi comportamiento. Pretexto por qué, si la figura igual… Ah, uno nunca sabe, y como iban las cosas… Cortico sí me salió ese pensar, apenas para el pánico del momento, porque no bien terminé de pensar eso no me aguanté más y volteé a mirar. Y cual vulgar leyenda clásica, el resultado fue la desaparición total de la figura, que hacía rato debía haberse desviado por su calle o alguna de sus variantes. O de pronto se habría rezagado. No, no creo, su paso era fuerte. Ah… (groserías varias) ¿Esperamos?

- Y… capaz que giró por la calle por la que vos debías… – dijo una de estas familiares voces imaginarias, con su acentico desgraciado.

FIN


- …O capaz que era un travesti – añadió después, como tratando de descagarla.

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